jueves, 19 de mayo de 2016

LA IRA EN EL MATRIMONIO: EL ENEMIGO SILENCIOSO DEL AMOR!!!......CONÓCELO Y EVITALO!!.....


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¿CÓMO MANEJAR LA IRA?

El psicólogo Justice St. Rain en su libro ¿Why Me? dice: “¿Qué es la ira realmente?, ¿qué son las emociones?, ¿de dónde vienen y a qué propósito sirven? Las emociones son sensaciones espirituales que nos alertan a percibir la presencia o ausencia de una virtud”



Si pensamos en virtudes como alimento espiritual, entonces las emociones son como nuestros sentidos del gusto y el olfato. Sentimos emociones positivas cuando estamos rodeados por cualidades positivas como amor, honestidad, amabilidad, etc. Sentimos emociones negativas, cuando estas cualidades se han ido de nosotros. Y sobre la ira dice: “nos sentimos con ira cuando percibimos la ausencia de justicia”. Si alguien es injusto, si no recibimos lo que creemos que merecemos, nos enojamos.



La ira, como cualquier otra emoción, es una herramienta valiosa y fuente de crecimiento espiritual. La palabra clave para el entendimiento emocional es percepción. Así como el sentido físico se puede confundir y ser engañado, nuestro sentido espiritual también puede equivocarse. ¿Cuántas veces nos enojamos al malinterpretar la acción de alguien?, ¿con qué rapidez nuestra ira puede transformarse en perdón? Algunas personas confían mucho en sus emociones, otras confían en sus mentes, pero ninguna es mejor que otra. Ambas dependen de la claridad y pureza de percepción. Me refiero a percepción en su sentido más amplio, por ejemplo, cuando percibimos injusticia, interpretamos un acto como injusto. En el mundo físico un acto es sólo un acto, pero emocionalmente el ¿por qué? de las cosas, importa. Justice Rain dice en el mismo libro: “Nuestra interpretación de los eventos determina nuestra creencia. Nosotros asignamos significado hasta a lo que creemos que es verdad sobre nosotros y el mundo alrededor de nosotros”.

La interpretación de lo que pasa a nuestro alrededor, es lo que nos causa ira y enojo. Hay que reconocer que todo lo que uno ve en otra persona, bueno o malo, es reflejo de uno mismo.

Un refrán persa dice que cuando alguien te dice algo bueno la respuesta es, “gracias, son sus ojos los que me ven bien”. En la vida diaria, debemos aceptar este concepto para no criticar y culpar a nuestro cónyuge por sus errores. Nuestras emociones afectan a nuestra pareja si estamos frustrados, enojados, tristes o preocupados, porque la vida matrimonial es compartir todo. Con el tiempo aprenderemos a considerar los sentimientos y la sensibilidad de nuestro compañero y discutiremos menos. Aprenderemos a ceder en ocasiones, a no renegar, controlar las emociones, quejarnos menos y ser más flexibles.



Esta vida es pasajera, corta, pequeña, insignificante si la comparamos con la vida eterna que nos espera. Con paciencia aprenderemos a sobrellevar el malhumor de la pareja y a no responder al mal humor con lo mismo. Hay que tener presente que el sentido del humor es una virtud maravillosa que puede evitar grandes peleas y discusiones.

Es importante desarrollar esa capacidad de reírnos de nuestros defectos y errores, sin estar siempre a la defensiva. No todos los días nos levantamos de buen humor, se necesita de mucho coraje y grandeza de espíritu para aceptar que “no siempre seré dulce y agradable”. Que en algunos momentos va a aflorar nuestro sabor amargo, pero que pondré todo mi esfuerzo y empeño para luchar contra eso. Hay que saber entender, y dejar pasar estas ocasiones sin darle gran importancia. Entender los momentos de tristeza o sensibilidad del marido/mujer nos servirá para llevar adelante un matrimonio armonioso y duradero.

 El ego y el matrimonio

El ego es el enemigo número uno de la felicidad, está escondido dentro de nosotros y es el rey de nuestra naturaleza inferior o material. Esta naturaleza inferior debe estar dominada y controlada por nuestra naturaleza superior o espiritual. John Keats dice: “Es mejor perder el ego con una persona a quien amas, que perder la persona que amas por el ego”. Cuando no se toma conciencia de nuestro ego y no se controla, la relación matrimonial se afecta profundamente, las parejas actúan en forma individualista y empiezan los problemas. Poco a poco surgen las discusiones que hieren la relación y van alejando a la pareja. Cuando surgen estas diferencias hay que tener conversaciones respetuosas, con cortesía y sin egoísmo -mucho cuidado con el respeto y la cortesía-. Por que como dicen los persas: lo último que se debe perder en una relación es permitir que la barrera del respeto y el pudor se rompa. Si se rompe esta barrera, se acabará todo.

El ego es el enemigo número uno de la felicidad, está escondido dentro de nosotros y es el rey de nuestra naturaleza inferior o material.

 Si no es fácil encontrar una solución a nuestros problemas, por lo menos hay que estar de acuerdo en que estos no afecten negativamente el matrimonio. Alguien debe ceder para seguir adelante. El reto es encontrar una manera inteligente de resolver los problemas y expresarse de manera respetuosa. Sería un gran error que por perder el control sobre el ego, permitamos que se afecte el matrimonio. Es necesario buscar la armonía, el equilibrio y recordar -como ya lo dijimos antes -, que “ya no es uno”, sino, “que somos nosotros”. Que la felicidad de uno depende de la felicidad del otro, el bienestar de uno, depende del bienestar del otro. Necesitamos aprender a pasar por alto las pequeñas diferencias, a no esconder o guardar los problemas, sino enfrentarlos con espíritu de amor y unidad, y con intención de resolverlos.

Es fácil decir que nos amamos, o decir al esposo/a continuamente “te amo”. Lo difícil es demostrarlo todos los días con hechos. Por mucho que amemos a nuestra pareja, siempre cometeremos errores y de vez en cuando diremos cosas que lastiman. Muchas parejas guardan el resentimiento y cuando llegan al límite, explotan. Esta actitud no es constructiva para la vida de una pareja.

 Si algo les molesta, antes de ir a dormir, es saludable conversar amorosamente, con palabras no hirientes, hasta resolverlo. Lo que no debe hacerse es contar los problemas a personas ajenas, porque más adelante, cuando se solucione y quede resuelto – por el amor incomparable y la relación única en su naturaleza que existe entre los esposos – ellos se olvidarán del asunto, pero las otras personas, no. Siempre hay la posibilidad de que estas recuerden o reaviven el conflicto.

 Quisiera compartir algunos tips para esos momentos de discusión:

 1. Cuando uno está enojado, hay que alejarse hasta calmarse.

2. Es importante tranquilizarse. Conversar con la pareja y decir: vamos a solucionar los problemas, quiero poner de mi parte. Ese acuerdo es importante.

 3. Identificar el conflicto en términos simples. Hablar sobre el problema sin discutir. Tratarlo sin la presencia de otras personas.

 4. Es importante hablar por turnos sin interrumpir, luego escuchar y ser honestos en decir lo que queremos sin maltratar al otro.

 5.- Evitar juzgar, acusar o usar palabras hirientes, observar los hechos y percibir los sentimientos.

 6. Que cada uno cuente su versión de la historia. Si se sintió utilizado, “me siento mal, contaste algo privado frente a extraños”, “me siento herida, porque sucedió tal o cual cosa”.

7. No acusar, hablar en primera persona. La respuesta puede ser: “ah, ¿tú te sientes incómodo cuando yo bromeo o bailo con otras personas?”.

 8. Trate de repetir como se siente el otro. Por ejemplo: “te sientes mal, si te sientes así”, la otra persona sentirá que la entienden.

9. Buscar soluciones. Tomar el turno para hablar y dar ideas sin juzgar, después evaluar, “si funciona esa idea, ¿qué pasa si hacemos esto, o lo otro?”.

10. Acordar sobre las sugerencias que dio cada uno, ser respetuosos. Decir: “gracias por hacer esto”.

11. Hablar sobre nuestros sentimientos con honestidad. La otra persona no puede adivinar lo que pasa en nuestro interior a menos que lo compartamos. De otra manera nos sentiremos lejos el uno del otro, y no nos entenderemos.

12. No es nada conveniente llegar a los reproches. Dejar sí, las cosas claras.

 Cuando tenemos ropa sucia en la casa, por ejemplo, no la guardamos por mucho tiempo, la lavamos inmediatamente. De la misma forma debemos actuar para resolver el conflicto o el mal entendido. No debe pasar una noche sin hablar y resolver el problema. Pedir perdón, disculpas y continuar con nuestra vida sin mayores complicaciones.

Merecemos una vida sana, saludable y sin grandes enredos; recordemos que somos marido y mujer por siempre, y no podemos permitir que esta amistad y compañerismo se opaque con pequeñeces pasajeras de la vida material. Conforme pasan los problemas adquirimos nuevas experiencias y establecemos nuevas reglas para proteger nuestro matrimonio. Este acuerdo debe ser mutuo porque es imposible vivir en paz bajo un mismo techo, cuando solo una persona respeta las reglas.

Hay que revivir y recordar nuestra historia de amor, ¿cómo nos conocimos?, ¿cómo nos enamoramos?, los momentos agradables de nuestra relación, esto es refrescante y aumenta el amor y la unidad. Mientras que recordar o enrostrar al marido/mujer sus errores o las experiencias desagradables del matrimonio, especialmente delante de los hijos u otras personas, lo único que causa es amargura, vergüenza y alejamiento. Muchas parejas, erróneamente, suelen hablar de sus intimidades en público, ya sea en familia o delante de amistades, sin calcular las consecuencias peligrosas de esta costumbre. Cuando regresan a casa, enfrentan el problema de que uno tomó a la ligera algo que para la pareja fue vergonzoso compartirlo con otros. Si no es absolutamente necesario, un matrimonio no debe compartir en público o en presencia de terceros sus intimidades o temas privados, en honor a la virtud de la confiabilidad. Muchas veces entre la pareja se dan situaciones que solamente ellos deben saber y nadie más.


Fuente:www.revistabiendesalud.co

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